Os estaban persiguiendo robots armados hasta los dientes. Huíais después de que hubieras abatido a una de las máquinas y le hubieras arrancado su núcleo de energía subatómico. Apenas unos pasos os separaban de la libertad cuando disteis con un muro que os impedía escapar antes de que os matasen, pero tirar la toalla no estaba entre tus planes.
Te fijaste en que en el muro había un pequeño hueco para la entrega de mercancías desde el exterior, más o menos del tamaño del núcleo que robaste del robot. Recordaste todas las veces que, en libertad, jugabas a encestar papeles arrugados en la papelera; y en todas ellas fallabas, pero muy de vez en cuando conseguías acertar con una. Era difícil, pero en un pequeño porcentaje de ocasiones, colaba.
Fuisteis corriendo hacia ella y pudisteis escapar por el hueco de la explosión, que tenía el tamaño justo para que todas las personas, flacas y desnutridas, escapaseis hacia el exterior; mientras, el abultado y tosco tamaño de las máquinas, las hizo quedarse atrapadas sin que pudieran salir a tiempo de daros caza.
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